Conozco a una persona (a la que quiero mucho) que no tiene el sentido del olfato. Sí, es lo que pensáis, no puede oler nada.
De los cinco sentidos que tenemos es el que, seguramente, la mayoría de nosotros escogeríamos perder si nos tuvieran que quitar uno, verdad?
Pero…
Hoy he abierto el grifo del agua fría en el baño (“la pica”), he sentido el agua pasar entre mis manos (siempre he sentido una conexión con el agua increíble), he metido dos jerséis de lana en esta agua y he echado jabón para ropa delicada. Hasta aquí, nada raro, al contrario para mí ha sido apacible. Al sentarme en el sofá, he sentido un olor agradable, entrañable pero, qué es? ¡¡Mis manos!! Huelen al olor de ese jabón, qué olor más dulce y sencillo… Ahora estoy en una pica pero no de “Roca” sino de piedra, el sol me roza la espalda, tengo un jabón en forma de pastilla y estoy lavando un jersey frotando sobre la piedra fría pero suave, me gusta… Entonces siento un olor a rosquillas, con anís y… canela de fondo… Estoy en “mi pueblo” , es mi abuela en la cocina… bajo corriendo la escalera y es ella: le doy un abrazo… llalla.
¿Cuántas veces habéis pasado por un lugar y notáis un aroma extrañamente familiar que os transporta a algún lugar lejano?
Es realmente increíble identificar a esa persona querida por su olor, descubrir de nuevo el aroma de tu hogar y así una larga lista de momentos que nos ofrece nuestro olfato.
No lo valoramos…
1 comentario:
a ver si escribes algo nuevo, que no podemos vivir sin tus te...xtos jeje
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